De viajes, angustia existencial y querer capturar el tiempo…

Y así… llegaron mis 40 primaveras. Me encontraron celebrándolos en un viaje con mi familia más cercana (mi constelación nuclear, como me gusta llamarla) en la sabana africana. Más específicamente, en Kenia, dentro del parque Maasai Mara. Ya compartiré más detalles de ese viaje en otro post.

 

El tiempo, ese enemigo

Pero en este escrito quiero hablar de otro tema: el tiempo. Siempre me ha fascinado y aterrorizado a partes iguales. Creo que tomé verdadera conciencia de este “sujeto”, y de su inexorable paso, cuando tenía alrededor de 9 años. Ese año, mi mamá, mi tía y mi abuelo habían planeado un viaje a Disney. Nos llevaban a mis dos primas y a mí, y fuimos parte activa de toda la organización. Pero un día, de repente, me encontré de vuelta en mi casa, acostada en mi cama. El viaje ya había pasado, habíamos vuelto, y esa era mi primera noche de regreso.

Una angustia enorme me invadió. Entendí que si un viaje podía pasar tan rápido, la vida también. Y, por ende, mis padres y todas las personas que amaba algún día morirían. Esa noche lloré desconsoladamente, despertando a mis padres, que intentaron calmarme. Días después me leyeron un cuento sobre una hojita que cae en otoño, explicándome que así era la vida. Aunque entendí la metáfora, no me calmó. Mi angustia existencial me acompañó muchas noches más, aunque decidí llorar en silencio evitando el drama familiar.

Desde entonces, el tema del tiempo me persiguió. En una etapa de mi vida en la que predominaba mi lado lógico (fase de neptuniana inversa y plutoniana directa, para los entendidos en astrología), después de pasar por varios gabinetes terapéuticos donde logré angustiar más al terapeuta de turno que aliviarme yo, decidí declarar al tiempo como mi enemigo personal. Creí que la solución era comprenderlo profundamente: conocer a tu enemigo para poder vencerlo. Mi gran plan consistía en estudiar teorías como la relatividad para demostrar que el tiempo era, en realidad, inexistente. Spoiler: mi enorme empresa fue un fracaso. El tiempo siguió pasando, y yo seguía sin poder hacer nada.

 

Lo único que tenemos: El ahora

Hoy, más avanzada en mi camino espiritual, entiendo que lo único que realmente tenemos es el ahora. Vivimos en un eterno momento presente, si dejamos que exista, sin que nuestra mente nos lleve al pasado o al futuro. Es un ejercicio constante, pero cuando logramos permanecer en el presente, la vida realmente cambia.

Y ahora vuelvo a mi viaje. Fue perfecto. Mucho más de lo que hubiera imaginado. Ni siquiera me importó que mi cuerpo resistiera mis 40 con una gripe, un resfriado y, casi simultáneamente, una gastroenteritis. Sí, todo eso en menos de una semana. Vaya depuración.

Al igual que el viaje a Disney de mis 9 años, este viaje a África fue planeado minuciosamente, con mucho amor y coordinación entre personas en tres continentes: un hermano y su novia desde Dinamarca, nosotros desde Grecia, y el resto de mi familia desde Argentina. No veía la hora de que llegara el día del viaje. No veía la hora de reunirme con mi familia en el hotel de Nairobi, la capital keniata.

Y de repente… ¡plaf! Estaba de vuelta en Grecia, en mi rutina. Un carrete lleno de fotos de animales y playas, y unos souvenirs de madera acompañando mis recuerdos, eran la única prueba tangible de que el viaje había ocurrido.

¿Cómo pudo pasar tan rápido? Si durante el viaje intenté constantemente tomar conciencia del momento presente, y retenerlo ¿cómo se me escapó? Y aquí entendí lo que había sucedido: lo intenté demasiado. En lugar de vivir el momento presente, traté de atraparlo, aprisionarlo, impedir que se me escapara. Y así pasaron los días, desesperada por capturar el tiempo presente. Una vez de vuelta, los días se me iban entre la rutina y la nostalgia del viaje pasado. Es decir, más presentes desperdiciados.

 

Con mi familia festejando mis 40 en Zanzibar

 

Crear tiempo y la elección de los supuestos

Un concepto que me encanta, y que descubrí en El poder del ahora de Eckhart Tolle, es el de “crear tiempo”. Cuando intentamos exprimir o retener el momento presente, o cuando nuestra mente viaja al pasado o al futuro, estamos creando tiempo de forma artificial. Yo pensaba que estaba viviendo plenamente, pero al intentar retener el presente ya estaba escapándome de él. Y evocarlo ahora crea aún más tiempo.

Darme cuenta de esto me mostró lo difícil que puede ser simplemente sentir. La mente suele dominar el escenario, y no siempre de manera favorable. Es un mono con navaja. También entendí que, detrás del miedo al paso del tiempo, hay otro miedo: el de que no se repitan momentos mágicos. ¿Te ha pasado alguna vez? Pensar: Si dejo este departamento, no voy a encontrar algo mejor. Si dejo a esta pareja, nadie me va a querer igual. Si este viaje termina, nunca volveré a vivir algo así. Tantos si… usados en nuestra contra. Pero, ¿y si sí? ¿Y si lo que viene es mejor? ¿Y si el próximo viaje no solo iguala, sino supera al anterior?

¿De qué depende, al final? De mí. De mi capacidad para creerlo. ¿Prefiero creer que no habrá otro viaje mejor? ¿O que pueden venir mil viajes mejores? Tengo certeza de alguna de las dos opciones? En absoluto! Pero pfff, ¡cuánta más paz me da la segunda!

Así que te propongo algo: la próxima vez que te encuentres atrapado en la nostalgia o pensando que todo tiempo pasado fue mejor, detente y observa. Quizás estás creando tiempo y eligiendo, sin darte cuenta, la opción de que lo que viene no será mejor. Estás sufriendo por anticipado. Y si llega ese futuro fabuloso que no te animás a soñar, quizás estés demasiado ocupado lamentándote por el pasado como para disfrutarlo.

 

Lo mejor aún está por venir!

author-avatar

About Popita de Creta

Hola! Soy Flor. Diseñadora, amante de los colores, exploradora incansable, eterna estudiante, aprendiz de astróloga y aspirante a escritora. Podría seguir sumando etiquetas, pero... Acaso no terminan limitándonos? Al final, simplemente somos. Y eso, creo, es lo que realmente importa.

Related Posts

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *