Cuando los 40 le tocaron la puerta a Valen (mi amiga de Roma), decidió que no iba a conformarse con un pastel y velas. Su celebración fue un viaje grupal a Egipto, y claro, una experiencia inolvidable estaba garantizada.
Valen
La vida tiene formas curiosas de unirnos. Valentina y yo crecimos en la misma ciudad (Córdoba, Argentina), el mismo barrio, y la misma calle! De niñas, nos invitábamos a cumpleaños, pero nunca llegamos a ser amigas de verdad. Pasaron los años, nuestras vidas tomaron caminos diferentes y, no parecía que se fueran a juntar.
Pero sí lo hicieron tímidamente alrededor de 2018. Yo vivía en Buenos Aires. Hacía mucho que no sabía nada de ella. En una de mis visitas a mi ciudad, coincidimos en una pequeña reunión de amigas en común. Periodista de profesión, en esa ocasión me contó que había vivido en Roma, luego se mudó a El Cairo, capital de Egipto. Recuerdo mi admiración y sorpresa por su elección. En ese momento estaba planeando su regreso a Roma después de varios años en la capital junto al Nilo.
Lejos estaba yo de imaginar que yo misma iba a estar viviendo en Roma un par de años después, más concretamente desde enero de 2022. Nos contactamos, y allí surgió una fuerte amistad. Es raro, porque no hace mucho que somos amigas, pero nos conocemos desde literal toda la vida. Tenemos un background en común que nos engaña que somos amigas desde siempre.

Valen en el Nilo el día de su cumpleaños
Egipto: segunda visita, primer amor
Valen aún tiene parte de su corazón en Egipto, un país al que ama y llegó a comprender profundamente. Además, tiene su empresa radicada en el país. Por todos estos motivos, su sueño era festejar sus 40 en este país, y en cierta manera unir amigos que parecen de mundos distintos.
Siempre quise conocer Egipto, sus pirámides, sus misterios… Y sincrónicamente, luego de agregar una imagen de sus templos a mi tablero de visión del año pasado, este año fui dos veces! La primera, fue una escala de 2 días antes de llegar a Kenia. Debo decir que como este stop vino un poco de rebote, no me preparé mentalmente. Y esos dos días en el Cairo me agobiaron. Estaba un poco enferma, hacía mucho calor, y había un caos que no me esperaba encontrar.
Cuando llegó la invitación de Valen, aún con el recuerdo agridulce de mi última y única visita hasta el momento a Egipto, lo dudé. Pero entendí que la propuesta era un viaje totalmente distinto. Ell quería mostrarnos Egipto a través de sus ojos, lo que ella amaba de ese país. Y además, no tenía dudas que el resto de sus amigos serían personas interesantes. No me equivoqué!

Cumple Valen en Egipto
Aswan y los pueblos nubios: Casas de colores y falucas
Viajé a El Cairo y al día siguiente nos encontramos todos en el aeropuerto para partir hacia Aswan. Éramos un grupo compuesto por argentinos, italianos y franceses. Desde el primer momento conectamos con facilidad. Era como si ya nos conociéramos. Las conversaciones fluían en varios idiomas, pero siempre lográbamos entendernos. Las historias de cada uno eran un caudal de inspiración para mí. Personas de gran corazón con deseos genuinos de generar un impacto positivo en el mundo.

Llegada a Aswan
Aswan, ubicada en el margen oriental del Nilo, al sur de Egipto y cerca de la frontera con Sudán, fue nuestro siguiente destino. Sin embargo, no nos detuvimos mucho allí, ya que continuamos por carretera hasta un pintoresco poblado nubio llamado Gharb Sehil.
No podía creer lo que veían mis ojos: casitas vibrantes llenas de símbolos y colores. Este pequeño pueblo, situado a orillas del Nilo pero rodeado de un paisaje desértico, parecía un arcoíris materializado. Para alguien como yo, diseñadora especializada en estampas y amante de los colores, era un verdadero paraíso visual.

La casa Nubia donde nos alojamos

Casa Nubia

Casa Nubia

Casa Nubia

Junto al Nilo

Detalles Nubios
¿Qué es un poblado nubio? Nubia es una región del Nilo que abarca desde el sur de Egipto hasta el centro de Sudán. Es considerada la cuna de una de las civilizaciones más antiguas de África. Con el tiempo, fue incorporada a Egipto y convertida al Islam, aunque su legado cultural sigue presente en sus habitantes y su estilo de vida.
En este encantador poblado se respira tranquilidad, un contraste absoluto con la energía vibrante y caótica de El Cairo. La gente es increíblemente amable y siempre sonriente. Las noches se pasan en alojamientos que son antiguas casas nubias transformadas en pequeños hoteles. Incluso es común unirse a danzas tribales junto a los locales.
El mercado local, o "soco", ofrece una variedad de artesanías autóctonas. Entre mis favoritas estaban los textiles hechos en telar y los bordados característicos del estilo nubio.

Especias en el Soco

Soco en el pueblo Nubio

Bordados nubios
Otra experiencia mágica es navegar por el Nilo en falucas, tradicionales embarcaciones a vela. Durante el recorrido, se pueden contemplar escenas de vida junto al río, con el desierto como telón de fondo, poblados llenos de colores y antiguos jeroglíficos grabados en las piedras. Todo esto mientras te dejas llevar por el dulce balanceo de la embarcación. En ocasiones, niños locales se acercan en tablas de longboard, enganchándose a las falucas mientras cantan canciones populares a cambio de unas monedas.
Sin duda, esta fue una de las vivencias más auténticas y memorables que tuve en Egipto!

Faluca en el Nilo

Joven en longboard en el Nilo
Luxor: Huellas de las civilizaciones antiguas
Aswan se convierte en la base perfecta para explorar Luxor y sus alrededores.
La célebre Luxor es una ciudad que alberga varios templos de enorme importancia histórica. Comenzamos nuestra visita con el templo de Luxor: imponente, con sus innumerables columnas, jeroglíficos, majestuosas estatuas y esfinges. Una mezcla de grandeza y enigma.
Nuestro recorrido continuó con Karnak, un complejo de templos aún más vasto y deslumbrante. Finalmente, culminamos en el Valle de los Reyes, el reconocido conjunto de tumbas donde descansa, entre otros, Tutankamón. Admito mi sorpresa al descubrir que la tumba de Tutankamón no está dentro de una pirámide, como siempre había imaginado al leer sobre sus maldiciones. En lugar de eso, se trata de una gruta excavada en una colina.
Es abrumador reflexionar sobre la existencia de estas civilizaciones antiguas tan avanzadas. Incluso me lleva a cuestionar si no eran, en algunos aspectos, más avanzadas que la nuestra. ¿Qué significa realmente ser civilizado? ¿Vivimos hoy en un mundo verdaderamente civilizado? O, quizás, los antiguos, con su armonía con los ciclos y ritmos de la naturaleza y su profundo respeto por ella, representaban un nivel de avance que hemos olvidado.

Templo de Luxor

Templo de Luxor

Valle de los reyes - entrada a una tumba
El Cairo invisible: La Ciudad de los Muertos y La Ciudad de la Basura
En El Cairo se nos unieron nuevos integrantes, sumando más nacionalidades al grupo. Realizamos los clásicos recorridos por las pirámides de Giza, Saqqara, Memphis y el Cairo Antiguo, pero no es en esto donde quiero detenerme. Hay suficientes relatos que abordan estos lugares. Prefiero desviar la mirada en aquello que no se ve a simple vista.
Con Valen como guía, tuvimos el privilegio de conocer El Cairo desde perspectivas menos usuales. Nos compartió historias que cubrió durante su etapa como periodista en la capital egipcia, y dos de ellas destacaron por su tristeza: la Ciudad de los Muertos y la Ciudad de la Basura.
La Ciudad de los Muertos, que no llegamos a visitar, es un lugar donde los vivos y los muertos coexisten. Este cementerio, funciona también como barrio debido a la expansión demográfica, las dificultades económicas y el aumento de los precios de la vivienda en El Cairo. Según Valen, los cuidadores del cementerio comenzaron a llevar a sus familias a vivir allí. Con el tiempo, más personas se mudaron, ocupando antiguas estructuras funerarias o construyendo nuevas, borrando las fronteras entre la vida y la muerte.
La Ciudad de la Basura es otro reflejo de las dificultades urbanas y la marginalidad. Allí, los católicos pobres de El Cairo se dedican a recolectar y clasificar basura para vender materiales reciclables. Viven en el mismo lugar donde almacenan y separan los residuos, transformando el barrio en un gran basural. Las viviendas, locales y bares conviven con montañas de desechos, como si sus habitantes fueran inmunes a enfermedades que en otros contextos serían letales. Al pasar por allí, el olor es penetrante, aunque con el tiempo te acostumbras. Intenté grabar desde el vehículo, pero al ver que la gente se cubría por vergüenza, me detuve. Me sentí culpable por mi intención de registrar su miseria. También reflexioné sobre cómo, en este contexto, la sostenibilidad se convierte en una necesidad para sobrevivir, aunque no sea por razones ambientales.

Marcel Proust
El Cairo glamouroso y las guerras de al lado
Para contrastar, celebramos el cumpleaños de mi amiga en un bar glamuroso dentro de un centro comercial en las afueras del Cairo. Era un mundo completamente distinto: marcas occidentales de lujo, mujeres con atuendos más modernos, restaurantes de comida gourmet internacional... Sin embargo, lo que más me impactó fue conocer a un amigo de Valen y escuchar la historia de otro.
El primero es un joven de veintitantos años que colabora con mi amiga en su empresa. Hasta hace poco, vivía en la Franja de Gaza, el epicentro del conflicto entre Israel y Palestina. Valen organizó una recaudación de fondos y, tras mucho esfuerzo, logró que él y su familia cruzaran como refugiados a Egipto. Sabiendo su historia, fue inevitable que se me erice la piel al conocerlo.
El otro es un reportero de guerra español, amigo de Valen, de unos 30 años. Me contó cómo la semana anterior había estado en el Líbano cubriendo un ataque israelí en la capital libanesa.
Y ahí estábamos los tres, rodeados de otras personas, bailando, tomando un trago y divirtiéndonos. Todos sonreíamos, pero yo no podía imaginar lo que habían vivido ni lo que cargaban en el corazón. Tampoco el contraste que debían sentir al estar celebrando mientras otros enfrentan el sufrimiento y la muerte. Sentí muy fuerte que todos somos uno. Cómo podemos vivir en la indiferencia? Pero pareciera ser que así es la vida, llena de contrastes en simultáneo. Y en medio de esta realidad, valoro profundamente la resiliencia de estos dos chicos.

"Me encontré en una especie de infierno, pero yo no creía en el cielo y el infierno, mundo en opuestos, tipo de realidad" - Letra de "The Golden Path" de The Chemical Brothers
Nuevos modelos de ser padres, tokenismo y lecciones de humildad
Entre los invitados estaba la hermana de Valen, acompañada por su esposo francés y su pequeño hijo de dos años. Pasar tiempo con ellos fue profundamente inspirador. Me demostraron que es posible ser padres y, al mismo tiempo, mantener una actitud fresca y moderna. Que viajar con un niño pequeño y un cochecito puede ser una experiencia divertida y enriquecedora, no una carga. Que, aunque parezca un desafío en el mundo actual, se puede criar a un niño sin recurrir al celular ni al televisor. Con amor, respeto y límites claros, mostraron que es posible criar de manera sana y equilibrada. Hacían que viajar con un bebé pareciera algo natural y llevadero, cuidándose siempre de no incomodar al resto del grupo.
Otro momento que me marcó fue una conversación sobre el movimiento woke. Me lancé a criticar lo que percibo como un uso superficial de causas importantes por parte de grandes corporaciones. Otro ejemplo más de tokenismo, esa práctica de incluir a alguien de una minoría solo para aparentar diversidad. Una chica nigeriana, con la calma de quien sabe más por experiencia que por teoría, me respondió: “Cuando sos una minoría, tomás lo que te dan”. Esa frase me golpeó profundamente. Me hizo dar cuenta de que estaba mirando desde mi privilegio. Lo que para mí era algo teórico, una reflexión externa, una oportunidad para que mi ego defendiera una postura, para ella, era su vida.
El tokenismo puede parecer una estrategia hueca desde afuera. Pero para quienes viven esas luchas, incluso los gestos más pequeños cuentan. Salí de esa charla sintiéndome un poco más humilde.

Lo que me enseñó Jane
Todos queremos tener razón y el cielo debe bajar a la Tierra
Después de una semana conviviendo con estas personas —en su mayoría desconocidas antes del viaje— puedo afirmar con seguridad que todas ellas son personas de buen corazón, con el deseo genuino de hacer de este mundo un lugar más justo para todos.
Me di cuenta también de que las conversaciones sobre política eran inevitables. Surgían a cada momento. Al principio, me sumergí en ellas sin pensarlo demasiado, pero pronto comprendí que no tenían mucho sentido. Nos enredábamos en argumentos que no nos llevaban a ningún lado. Aunque quisiéramos negarlo, era evidente que discutíamos para tener razón, convencer al otro, y reafirmar nuestras ideas. Qué sería de nosotros si descubrimos que esas creencias que defendemos a capa y espada no son ciertas? El ego nos hace confundir la defensa de ideales con tomar partido y aferrarnos a banderas políticas. En el fondo, todos buscamos lo mismo, pero en el camino nos dejamos contaminar por ideologías.
Algo que antes consideraba una virtud —tener ideas claras y firmes que no cambiaban con el tiempo— hoy lo veo más como un signo de ego. Ahora me desafío a escuchar al otro con una mente abierta y a cuestionar profundamente mis propias ideas. Incluso, a veces, opto por no expresarlas en una discusión. No es fácil y no siempre puedo abstenerme; estamos muy habituados a defender nuestra posición y a identificarnos con nuestras creencias.
Así, me sorprendí perdiendo el interés en participar de esas conversaciones. No quería defender una postura ni ser convencida de otra. Tampoco me atraían largas reflexiones teóricas que, aunque estimulantes, no generaban un cambio positivo en el mundo, sino deleite intelectual e identificaciones. A menudo, estas charlas derivaban en quejas, y en eso se nos iba una gran cantidad de energía, dejando además una sensación de pesadez.
Esto no es una crítica a los demás, sino una observación del mundo en general. De hecho, yo misma aún lo hago la mayor parte del tiempo. La diferencia es que ahora tengo mayor conciencia y a veces puedo detenerme cuando lo noto. Aún me queda mucho por recorrer, pero me doy cuenta de que mi camino espiritual está transformándome.
Lo que tengo claro es que este grupo con el que compartí el viaje tiene buenas intenciones. Todos deseamos lo mismo: un mundo más justo para las personas y más amable con el medio ambiente. Sin embargo, nos perdemos en las formas, identificándonos con bandos e ideales, creyendo que una manera es mejor que otra. Pero cada vez estoy más convencida de que la solución no pasa por una ideología política, ya sea de izquierda o de derecha. Estas divisiones solo nos separan y complican más las cosas.
“Entonces, ¿por dónde pasa, Popita de Creta, si pareciera que tenés la respuesta?”, podrías preguntarte. No tengo una respuesta definitiva, pero hay una hipótesis que siento con creciente certeza: la solución radica en la espiritualidad. No hablo de religiones —que son espiritualidad institucionalizada y, por lo tanto, políticas— sino de la espiritualidad personal. Hablo de trascender el ego y buscar la paz interior.
Hace un tiempo descubrí un programa llamado Peace Revolution, que promovía la idea de ser rebeldes por la paz. Su planteamiento era simple: cultivar la paz interior puede ser el primer paso para cambiar el mundo. Sé que puede sonar idealista, incluso utópico, una hippeada… No pretendo convencerte ni defender esta posición, pero te invito, querido lector, a que le dejes una pequeña puerta abierta a esta idea.
Una conversación con una de las chicas del grupo, una emprendedora que me inspiró profundamente, me dejó pensando. Ella compartió su lucha por integrar su camino espiritual con su vida profesional. Me dijo: “No se puede traer el cielo a la Tierra”. Pero, contrariamente, yo creo que es justamente lo que necesitamos. Más aún, creo que es nuestra única alternativa. La unión de ambos caminos es no solo posible, sino inminente.

Uno de los principios herméticos enunciados en "El Kybalion"